dimarts, 29 de juliol del 2014

Las primarias abiertas del PSC, #indyxMartí y una pregunta desesperada

La decisión de un colectivo de independentistas, agrupados en torno a la campaña #indyxmartí, de pedir el voto para Jordi Martí en las primarias abiertas del PSC de Barcelona ha generado reflexiones y discusiones de todo tipo con un denominador común: la ausencia de un marco teórico donde ubicar los análisis. Tertulianos y periodistas se han apresurado a hacer juicios morales de los potenciales votantes independentistas de las primarias o juicios políticos de la decisión del PSC de realizarlas sin, ni siquiera, definir correctamente lo que está pasando.
En los EEUU, país donde las primarias abiertas están mucho más extendidas que aquí, llaman crossover a la acción de votar en las primarias del partido por el que no eres simpatizante. Y diferencian entre tres formas distintas:
El voto sincero (sincere voting) en que el ciudadano, a pesar de no simpatizar con el partido, decide votar en las primarias porque hay un candidato al que sí votaría en las elecciones posteriores. Este tipo de comportamiento debe contextualizarse en una sociedad, como la americana, en la que los partidos políticos tienen un peso moderado.
El voto asegurador (hedging) en que, a diferencia del voto sincero, el ciudadano no tiene previsto votar el candidato a las elecciones posteriores. Votando, en las primarias, al candidato preferido del partido que no tiene previsto votar en las elecciones, el ciudadano se anticipa al escenario en que su partido preferido no gana las elecciones y minimiza las consecuencias negativas.
El voto de asalto (raiding), en que el ciudadano participa en las primarias y vota al candidato que considera que tiene menos opciones de ganar las posteriores elecciones en las que, obviamente, no lo apoyará. El argumento de esta estrategia es simple: cuantas menos expectativas electorales tenga el candidato de un partido al que no quieres votar, menos votos tendrá este partido y, por tanto, más expectativas electorales tendrá el candidato de tu propio partido.
De todas estas conductas la más controvertida es la del raider. El ejemplo más célebre de raiding es, posiblemente, la Operación Caos, orquestada por el comentarista conservador Rush Limbaugh durante las primarias del Partido Democrata de EEUU de 2008. En aquella ocasión, Limbaugh pidió a los votantes republicanos que participaran en las primarias de los demócratas y que votaran por una Hillary Clinton en horas bajas tras perder las primarias (contra Obama) en once estados. Obama ganó las primarias y posteriormente las elecciones, de manera que la Operación Caos no prosperó.
Un ejemplo, menos célebre, pero más exitoso, de raiding se dio en las primarias de los republicanos de Vermont para el Senado en 1998, donde Fred Tuttle, un granjero jubilado de Tunbridge, un pueblo de un millar de habitantes, competía contra el consultor multimillonario de Massachusetts Jack McMullen. Tuttle decidió participar en las primarias con el único objetivo de derrotar al “forastero” McMullen. Pero Tuttle no quería ser senador, no quería abandonar el pueblo donde había vivido toda su vida para instalarse en Washington. Sorprendentemente, ganó las primarias con un 55 % de los votos. Las elecciones posteriores fueron unas de las más absurdas de la historia: durante la campaña electoral Tuttle pidió el voto para su rival, el popularísimo senador demócrata Patrick Leahy. Afortunadamente para el entrañable granjero, Tuttle obtuvo sólo el 22 % de los votos y pudo quedarse en Tunbridge donde moriría cinco años más tarde.
A diferencia de la Operación Caos, en este caso no tenemos constancia de la existencia de ninguna coordinación para influir en el proceso de primarias. Ahora bien, si comparamos la ratio voto en las elecciones a senador entre voto en las primarias de ese año con las últimas dos elecciones de senador obtenemos lo siguiente:
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En el primer gráfico observamos cómo la proporción entre el número de votos obtenidos en las elecciones y la participación en las primarias desciende dramáticamente en 1998, de hecho Tuttle obtiene menos votos en las elecciones que la participación de las primarias. En el segundo gráfico se observa que la participación en las primarias en 1998 es muy superior a la habitual. Estas dos observaciones nos indican que, efectivamente, hubo raiding, es decir, hubo votantes del Partido Demócrata que participaron en las primarias del Partido Republicano con el objetivo de escoger el candidato menos competente.
Una vez repasados estos dos ejemplos, es el momento de preguntarse si el raiding es un fenómeno habitual en los procesos de primarias abiertas y hasta qué punto altera los resultados de las mismas. Álvarez y Nagler analizan las primarias de California y observan que el raiding no es habitual. La explicación es que para que el raiding cambie los resultados de unas primarias se necesita una coordinación demasiado compleja entre los votantes ya que la mayoría de estos seguirán votando por el candidato que prefieren.
Que el raiding no sea ni efectivo ni habitual no significa que el crossover no modifique los resultados de las primarias. Sobre esta cuestión la evidencia empírica no es conclusiva. Para que los votantes crossover influyan en los resultados de las primarias son necesarias dos condiciones: en primer lugar, que la diferencia entre los candidatos sea menor que la cantidad de votantes crossover y, en segundo lugar, que los votantes crossover voten diferente que el resto de votantes.
Llegados a este punto ya tenemos los elementos necesarios para analizar el fenómeno #indyxmartí. De acuerdo con la clasificación de votantes crossover, los independentistas que piden el voto para Jordi Martí serían votantes hedging y el hedging, a diferencia del raiding, no debería ser motivo de crítica; además, podría influir positivamente el resultado electoral del PSC. En cuando a la capacidad de influir sobre los resultados de las primarias, es complicado hacer pronósticos pero se dan las dos condiciones necesarias expuestas. Por un lado, el hecho de que haya hasta seis candidatos hace pensar que los resultados entre los dos candidatos más votados serán relativamente ajustados. Por el otro, el descenso de militantes y simpatizantes que ha experimentado el PSC en los últimos años, hace sospechar que el número de votantes crossover puede ser elevado en términos relativos. Es, por tanto, razonable pensar que los votantes crossover sean determinantes. Sobre todo en la primera vuelta.
En definitiva, la campaña independentista a favor de Jordi Martí puede influir en el resultado de las primarias del PSC en Barcelona pero no se puede juzgar como un problema de honestidad por parte de sus impulsores. Marketing político aparte, el sentido de las primarias abiertas es, precisamente, que el candidato del partido no sólo sea el preferido de su militancia o de sus simpatizantes sino de un sector más representativo del electorado. Si, finalmente, el alcaldable del PSC en Barcelona fuera independentista, no sería el resultado de ninguna campaña mezquina sino de un cambio en las preferencias políticas de los barceloneses.
Hemos hablado de las primarias del PSC, de la campaña #indyxmartí pero hemos llegado al final y ni rastro de la pregunta desesperada que encabezaba el artículo. No sería la primera vez que se anuncia una pregunta que no se tiene previsto formular. Pero hemos hablado de honestidad y no sería honesto hacerlo. Así que, sigamos adelante: ¿es deseable que la posición sobre la consulta y la independencia de Cataluña sea el criterio a seguir para elegir un candidato a alcaldable? ¿Tan irrelevantes son las propuestas en movilidad, urbanismo, salud pública, enseñanza, vivienda, cultura, empleo y un largo etcétera? Vaya, lo que debía ser una pregunta, han acabado siendo dos. Ahora sí: no hay más preguntas, señorías.
Artículo para Politikon publicado originalmente en catalán en el Cercle Gerrymandering.