És natural que els i les joves no sempre entenguem bé la qüestió, i volguem posar la ideologia per davant mateix de la política en un afany de confirmació identitària. Però no per ser natural és desitjable! Així que bona lectura a tots i totes: cal unitat per canviar la història!
Podría aceptar, si se explicase bien, que en los últimos años nos ha faltado un punto de radicalismo político. Pero no puedo aceptar en ningún caso que la dureza ideológica sea nunca positiva. Al menos en la España de hoy.
A la izquierda en general, y a Izquierda Unida en especial, nos une la política y nos separa la ideología. Estamos de acuerdo en propuestas generales, en proyectos estratégicos, en propuestas concretas y en programas de actuación, pero nos descalificamos por nuestras posiciones ideológicas cuando no por simples prejuicios ideológicos. En la España de hoy, los sistemas ideológicos globales que pretenden explicar el mundo en su totalidad están extremadamente desprestigiados. De manera equivocada desde mi punto de vista, se los identifica con los totalitarismos del siglo anterior. Cada modelo ideológico ha dado lugar a un tipo distinto de totalitarismo o de autoritarismo, y hoy se huye de ellos.
La ideología asusta a la gente, que no quiere saber si somos comunistas, socialistas o socialiberales, no le interesa si somos anarquistas o cristianos. Lo que quieren es saber si alguna vez alguien va a representar realmente sus intereses en las instituciones, si alguna vez los conflictos sociales latentes, los que no emergen a la superficie, salvo en situación de crisis absoluta -como es el caso de Grecia estos días-, porque no tienen estructura política que los represente, van a ser trasladados alguna vez a las instituciones. Lamentablemente, hasta la fecha Izquierda Unida no ha sido capaz de hacer tal cosa. Los jóvenes que tienen hipotecas que les sangran, o los que quieren tenerlas, los trabajadores que pagan alquileres abusivos y sufren condiciones de trabajo extremadamente precarias, quienes pierden sus empleos mientras sus empleadores se forran, aquellos otros que no tienen perspectivas de abandonar la casa de sus padres ni en crisis ni fuera de la crisis no quieren saber si tenemos una receta global para resolverlo todo, sino si hay alguna forma de aliviar su problema concreto, o incluso de resolverlo. Nosotros creemos que existen esas soluciones, pero somos incapaces de explicarlo, precisamente porque nos solemos liar con problemas y con prejuicios ideológicos.
Las cosas hay que hacerlas, no hablar de cómo hacerlas. No voy a encuentros de blogueros porque creo que los blogs hay que escribirlos y no hablar de ellos. Y además, porque me da un poco de vergüenza decirles a otros blogueros como tienen que hacer su trabajo. Volviendo al tema: importa poco en el corto plazo de la política cotidiana el marcar nuestro territorio, el decir qué somos. Lo que importa es proponer soluciones, preguntar a los interesados, y elaborar alternativas. Hacer política, y en función de nuestra acción, ya nos calificarán de una cosa u otra. Los símbolos políticos, las banderas a las que tan dados somos en la izquierda, asustan a la gente y actúan como barreras que nos alejan de aquellos a los que queremos representar y en los que buscamos nuestros apoyos.
¿Radicalismo político? El que haga falta en la defensa de aquellos intereses que queremos representar y defender, que son los nuestros, los de quienes nos apoyan, los de quienes nutren nuestras filas, o mejor los que quienes deberían nutrirlas si no les diésemos miedo ¿Dureza ideológica? Ninguna, ya que sólo sirve para marcar las diferencias y distanciarnos entre nosotros y de la gente. No pretendo negar que cada uno de nosotros no tengamos una forma de ver el mundo, una serie de ideas que nos permitan tenerlo ordenado en nuestra cabeza, y comprenderlo, y que esos sistemas ideológicos no nos permitan marcarnos fines -siempre utópicos- a los que intentamos acercarnos sabiendo que nunca vamos a llegar ellos. Pero creo que poco importa si el que está a mi lado es comunista, socialista o cristiano, por citar sólo tres ejemplos, si estamos de acuerdo en lo que hay que hacer, y sobre todo, si conseguimos representar la inquietud y el interés de aquellos en quienes nos apoyamos y que se apoyan en nosotros.
Izquierda Unida tiene que dejar de lado esa pasión permanente que tenemos por definirnos con manifiestos y símbolos que muchas veces vienen de un pasado bien lejano, y tiene que centrarse en sus propuestas políticas concretas, en explicarlas a la gente de hoy con el lenguaje verbal y gráfico de hoy y con los medios de hoy. Tenemos que buscar un mínimo común denominador, y en el campo de acción política que deja el PSOE por su izquierda, ese mínimo común denominador es amplísimo. Expliquemos y apliquemos los programas y las propuestas que hemos aprobado en la IX Asamblea, y los que teníamos de conferencias programáticas anteriores, ya que muchas de ellas son propuestas que allí donde hemos gobernado, hemos demostrado que son viables.
Tenemos programa, tenemos propuestas, tenemos alternativas. No lo enfanguemos todo con la querella ideológica. Nuestros programas son razonables y no pueden ser otra cosa que radicales. Expliquémoslos a la gente de hoy y apliquémoslos en el mundo de hoy.