Durante los últimos años Convergència i Unió, el Partido Popular y los sectores económicos representados por los mismos han realizado una campaña mediática sin precedentes para tratar de convencer a la opinión pública catalana de la idoneidad de suprimir el impuesto de sucesiones para las rentas más altas del país (el gobierno anterior ya lo suprimió, de facto, para el resto de la población). Dicha proposición, como veremos a continuación, sólo beneficia una ínfima minoría de la población catalana y perjudica al conjunto de la economía catalana.
Se dice frecuentemente que bajar los impuestos es una buena medida para incentivar el consumo; el razonamiento es simple: si las familias pagan menos al estado, éstas pueden aprovechar ese dinero para consumir más. Obviamente a nadie se le escapa que si el estado recauda menos impuestos, éste tendrá mayores dificultades para poder proporcionar unos servicios públicos de calidad sobre todo si no se quiere recurrir a un aumento del déficit público. El debate se situaría entonces entre los partidarios del aumento del consumo privado y los partidarios de mantener un estado del bienestar desarrollado. ¿Sucede esto con el impuesto de sucesiones?
La respuesta a esta pregunta es que no y para resolverla trataremos de ver qué es lo que empuja a una persona a dejar una herencia a su descendencia. Cuando dejamos una herencia estamos asumiendo que la felicidad de nuestros hijos nos importa y que queremos aumentarla dejándoles un capital después de morir. Por otro lado es también asumible que valoramos positivamente nuestro propio consumo de modo que la cantidad de herencia que dejamos es un equilibrio entre el valor que damos al consumo futuro de nuestros hijos y el que damos a nuestro consumo presente.
Eliminar el impuesto de sucesiones implica que cada euro que dejamos de consumir en el presente podrá ser usado por nuestros hijos íntegramente para consumir en el futuro. Nuestro problema consiste en decidir si renunciamos, o no, a 1€ de consumo para garantizar 1€ de consumo de nuestros hijos. En presencia de un impuesto, por ejemplo del 50%, tenemos que por cada euro que dejamos de consumir en el presente, nuestros hijos dispondrán de 50 céntimos. El problema consiste, en este caso, en decidir si renunciamos, o no, a 1€ de nuestro consumo para garantizar 50 céntimos del de nuestros hijos. En el caso extremo en que el impuesto fuera del 100%, el problema consistiría en renunciar a 1€ de nuestro consumo por nada a cambio.
Observamos, por tanto, que el impuesto de sucesiones es un desincentivo a la herencia puesto que, cuanto mayor es, tenemos que renunciar a más cantidad de consumo presente para garantizar el mismo consumo futuro para nuestros hijos. O, en otras palabras, cuánto mayor es el impuesto de sucesiones, menor es la herencia que dejamos y mayor es nuestro consumo en el presente. Por lo contrario, cuánto menor es el impuesto de sucesiones, mayor es la herencia que dejamos y menor es nuestro consumo en el presente. ¡Eureka! Acabamos de demostrar que, contrariamente a lo que se suele decir, sacar el impuesto de sucesiones implica reducir el consumo privado en el presente.
¿Cuál es la política del govern de Convergència i Unió para salir de la crisis? Reducir el consumo privado. Ver para creer.