La decisión de un colectivo de independentistas, agrupados en torno a la campaña #indyxmartí,
de pedir el voto para Jordi Martí en las primarias abiertas del PSC de
Barcelona ha generado reflexiones y discusiones de todo tipo con un
denominador común: la ausencia de un marco teórico donde ubicar los
análisis. Tertulianos y periodistas se han apresurado a hacer juicios
morales de los potenciales votantes independentistas de las primarias o
juicios políticos de la decisión del PSC de realizarlas sin, ni
siquiera, definir correctamente lo que está pasando.
En los EEUU, país donde las primarias abiertas están mucho más extendidas que aquí, llaman crossover a la acción de votar en las primarias del partido por el que no eres simpatizante. Y diferencian entre tres formas distintas:
El voto sincero (sincere voting) en que el
ciudadano, a pesar de no simpatizar con el partido, decide votar en las
primarias porque hay un candidato al que sí votaría en las elecciones
posteriores. Este tipo de comportamiento debe contextualizarse en una
sociedad, como la americana, en la que los partidos políticos tienen un
peso moderado.
El voto asegurador (hedging) en que, a
diferencia del voto sincero, el ciudadano no tiene previsto votar el
candidato a las elecciones posteriores. Votando, en las primarias, al
candidato preferido del partido que no tiene previsto votar en las
elecciones, el ciudadano se anticipa al escenario en que su partido
preferido no gana las elecciones y minimiza las consecuencias negativas.
El voto de asalto (raiding), en que el
ciudadano participa en las primarias y vota al candidato que considera
que tiene menos opciones de ganar las posteriores elecciones en las que,
obviamente, no lo apoyará. El argumento de esta estrategia es simple:
cuantas menos expectativas electorales tenga el candidato de un partido
al que no quieres votar, menos votos tendrá este partido y, por tanto,
más expectativas electorales tendrá el candidato de tu propio partido.
De todas estas conductas la más controvertida es la del raider. El ejemplo más célebre de raiding es, posiblemente, la Operación Caos,
orquestada por el comentarista conservador Rush Limbaugh durante las
primarias del Partido Democrata de EEUU de 2008. En aquella ocasión,
Limbaugh pidió a los votantes republicanos que participaran en las
primarias de los demócratas y que votaran por una Hillary Clinton en
horas bajas tras perder las primarias (contra Obama) en once estados.
Obama ganó las primarias y posteriormente las elecciones, de manera que
la Operación Caos no prosperó.
Un ejemplo, menos célebre, pero más exitoso, de raiding se dio en las primarias de los republicanos de Vermont para el Senado en 1998, donde Fred Tuttle,
un granjero jubilado de Tunbridge, un pueblo de un millar de
habitantes, competía contra el consultor multimillonario de
Massachusetts Jack McMullen. Tuttle decidió participar en las primarias
con el único objetivo de derrotar al “forastero” McMullen. Pero Tuttle
no quería ser senador, no quería abandonar el pueblo donde había vivido
toda su vida para instalarse en Washington. Sorprendentemente, ganó las
primarias con un 55 % de los votos. Las elecciones posteriores fueron
unas de las más absurdas de la historia: durante la campaña electoral
Tuttle pidió el voto para su rival, el popularísimo senador demócrata
Patrick Leahy. Afortunadamente para el entrañable granjero, Tuttle
obtuvo sólo el 22 % de los votos y pudo quedarse en Tunbridge donde
moriría cinco años más tarde.
A diferencia de la Operación Caos, en este caso
no tenemos constancia de la existencia de ninguna coordinación para
influir en el proceso de primarias. Ahora bien, si comparamos la ratio
voto en las elecciones a senador entre voto en las primarias de ese año
con las últimas dos elecciones de senador obtenemos lo siguiente:
En
el primer gráfico observamos cómo la proporción entre el número de
votos obtenidos en las elecciones y la participación en las primarias
desciende dramáticamente en 1998, de hecho Tuttle obtiene menos votos en
las elecciones que la participación de las primarias. En el segundo
gráfico se observa que la participación en las primarias en 1998 es muy
superior a la habitual. Estas dos observaciones nos indican que,
efectivamente, hubo raiding,
es decir, hubo votantes del Partido Demócrata que participaron en las
primarias del Partido Republicano con el objetivo de escoger el
candidato menos competente.
Una vez repasados estos dos ejemplos, es el momento de preguntarse si el raiding es un fenómeno habitual en los procesos de primarias abiertas y hasta qué punto altera los resultados de las mismas. Álvarez y Nagler analizan las primarias de California y observan que el raiding no es habitual. La explicación es que para que el raiding
cambie los resultados de unas primarias se necesita una coordinación
demasiado compleja entre los votantes ya que la mayoría de estos
seguirán votando por el candidato que prefieren.
Que el raiding no sea ni efectivo ni habitual no significa que el crossover no modifique los resultados de las primarias. Sobre esta cuestión la evidencia empírica no es conclusiva. Para que los votantes crossover
influyan en los resultados de las primarias son necesarias dos
condiciones: en primer lugar, que la diferencia entre los candidatos sea
menor que la cantidad de votantes crossover y, en segundo lugar, que los votantes crossover voten diferente que el resto de votantes.
Llegados a este punto ya tenemos los elementos
necesarios para analizar el fenómeno #indyxmartí. De acuerdo con la
clasificación de votantes crossover, los independentistas que piden el voto para Jordi Martí serían votantes hedging y el hedging, a diferencia del raiding,
no debería ser motivo de crítica; además, podría influir positivamente
el resultado electoral del PSC. En cuando a la capacidad de influir
sobre los resultados de las primarias, es complicado hacer pronósticos
pero se dan las dos condiciones necesarias expuestas. Por un lado, el
hecho de que haya hasta seis candidatos hace pensar que los resultados
entre los dos candidatos más votados serán relativamente ajustados. Por
el otro, el descenso de militantes y simpatizantes que ha experimentado
el PSC en los últimos años, hace sospechar que el número de votantes crossover puede ser elevado en términos relativos. Es, por tanto, razonable pensar que los votantes crossover sean determinantes. Sobre todo en la primera vuelta.
En definitiva, la campaña independentista a favor de
Jordi Martí puede influir en el resultado de las primarias del PSC en
Barcelona pero no se puede juzgar como un problema de honestidad por parte de sus impulsores.
Marketing político aparte, el sentido de las primarias abiertas es,
precisamente, que el candidato del partido no sólo sea el preferido de
su militancia o de sus simpatizantes sino de un sector más
representativo del electorado. Si, finalmente, el alcaldable del PSC en
Barcelona fuera independentista, no sería el resultado de ninguna
campaña mezquina sino de un cambio en las preferencias políticas de los
barceloneses.
Hemos hablado de las primarias del PSC, de la campaña
#indyxmartí pero hemos llegado al final y ni rastro de la pregunta
desesperada que encabezaba el artículo. No sería la primera vez que se
anuncia una pregunta que no se tiene previsto formular. Pero hemos
hablado de honestidad y no sería honesto hacerlo. Así que, sigamos
adelante: ¿es deseable que la posición sobre la consulta y la
independencia de Cataluña sea el criterio a seguir para elegir un
candidato a alcaldable? ¿Tan irrelevantes son las propuestas en
movilidad, urbanismo, salud pública, enseñanza, vivienda, cultura,
empleo y un largo etcétera? Vaya, lo que debía ser una pregunta, han
acabado siendo dos. Ahora sí: no hay más preguntas, señorías.